05-02-2007

El vertigo tocó mi puerta y tenía las llaves



Muchas veces creí que con el tiempo iba a poder lograr vencer cosas que ni había paracticado. Hace un par de años me enfrenté a una piscina, pensando que podría flotar por las aguas, cosa que no ocurrió, en cambio, mis rodillas chocarón fuertemente con la superficie acuática. No podía si quiera mantenerme sobre las aguas, había sido sin duda un desastre total, y aún más frente a todos mis compañeros de curso de la época.

Hace pocos días fuí con mi querida novia a celebrar, no sé que cosa en especial, junto a sus ex compañeros de curso. Como el lugar citado había sido el condominio de una amiga de ella, y no teníamos dónde beber el anciado Cooler,(bola 8), decidimos subir a la asotea de uno de los edificios del gran condominio. Uno tras otro subíamos las enclenques escaleras, que no tenían seguridad absoluta. Cuando ya iba la mayoría de los amigables ciudadanos sobre el techo del edificio, por así llamarlo, apareció el guardia de seguridad que nos hizo bajar de manera instantanea y poco amigable, aludiendo posibles castigos en el futuro, cosa que nosotros no queríamos para la dueña del condominio, que es una buena persona desde mi humilde opinión.

En el momento que estaba ya todo mas tranquilo, y debiamos bajar de la asotea del edificio, me di cuenta que yo estaba sólo y no podía hacerlo, me daba un interminable terror el hecho de ver la superficie tan alejada. Recordé en esos momentos que mi persona tenía, no sé si una enfermedad o prestancia natural, llamada vertigo; me di cuenta en ese instante que mi pareja me miraba desde la superficie, bajo las escaleras, con un rostro de interminable temor, ya que ella también había recordado en esos instantes mi vertigo.
mi cabeza se comenzaba a llenar de imagenes posibles ante mi bajada, charcos de sangre y quebraduras, cosas que en realidad no me agradarían volver a recordar.

Finalmente bajé de la asotea del edificio, con la verguenza personal, de que todos los amigos de mi polola pensarán que era un tímido polluelo con miedo de las alturas.
Con un fuerte tiritón y un apretado abrazo de mi novia, que estaba junto a mi, para hacerme entender que nada malo me ocurriría, que me protegería en todo instante; me permitio, con tal gesto, prolongar junto a su presencia uno de los días más felices de mi vida actual. Ella lo hace posible, aunque haya tenido fuertes temores vivenciales, que las bibraciones del susto se hayan transformado en unas de interminable amor y brillos naturales.

El vino se bebió y la vida continuó siendo feliz, en el parque de la diversión, donde habían historias y chistes singulares, y se permitía ser niño de espíritu, dansando en juegos añejos y publicando la felicidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me recordaste mi propio vertigo... es espantoso... ese sentir inseguridad es horrible...
fuiste capaz de explicar vivamente esa horrible sensaciòn, lo siento pero parace heredado... yo lo logre vencer a puro sueño.