11-02-2007

El pequeño que no llegó a crecer



Me estoy lavando las manos con lágrimas en los ojos, un mantenido temblor en el cuerpo, y el recuerdo de un peludo y encariñado personaje desaparecido en estos momentos hasta la eternidad. Ésta a sido una entrada necesaria, inesperada, que de pronto tuvo que ser creada por los hechos recientemente acontecidos.

Recuerdo los primeros días cuando veíamos al pequeño felino llegar a la casa, proveniente del desorden de la casa de una amiga de mi mamá... pobre pequeño infernal. Al principio nadie quería recibir una nueva vida animal en mis territorios, ya que no deseábamos encariñarnos como lo habíamos hecho tantas repetidas veces con animales de por ahí. Muchos se habían transformado en familiares agregados como lo hizo esta vez el reconocido Roro... el pequeño gato familiar. Su nombre quedará recordado en el testimonio de cada uno de nosotros, quienes lo conocimos en vida y muerte.

Son imborrables esas noches que corría por la casa jugando con mis pies, o con los objetos más inamovibles de la existencia. Es muy recordado por mí también esas mañanas en que dormía junto a mí o que iba a despertarme para comenzar un buen día de vacaciones. Hay que recordar que era una mascota muy educada, que hacía todas sus necesidades donde se le había enseñado... nada que menospreciar al lado de mis hermanos.

Ya no se veía tan pequeño como cuando había llegado a mi hogar, con breves momentos de vida, aunque naturalmente no era una bestia de tres pies. Algo había cambiado en su físico, con respecto a los tiempos iniciales. Se encontraba en sus años de plena juventud yo diría.

Hace rato que no había visto por aquí al pequeño felino familiar, dando vueltas felizmente por el lugar como acostumbraba. Ya me estaba extrañando que no se diera vuelta por mis piernas o las del resto, en las acostumbradas tardes de ocio como la de hoy. Por lo mismo decidí salir al patio de adelante a buscarlo, y fue cuando me encontré con su cuerpo herido de fatalidad, tapado por una planta bastante pesada. El cuerpo estaba totalmente tieso, con su cara de sufrimiento eternalizado, y millares de hormigas que se subían sin ningún respeto por su cuerpo... devorando lo que quedaba de su ser.

Tragicamente lo tuve que guardar en una bolsa de basura, pidiendo al mismo tiempo para que su próxima existencia fuera especial y grande... como nunca lo llegó a ser en esta cruel y fatídica, repugnante finalización sin explicación, de vida.

Hace mucho tiempo que no veía y sostenía, al mismo tiempo, a un cuerpo muerto -
cadáver - tan entumecido.

1 comentario:

pAu dijo...

En mi vida he tenido muchas mascotas, unas más queridas que otras, algunas fueron mias otras de mis hermanos. Tu escrito me recordo... cuando recogí un perrito pequeño, lo lleve al veterinario porque estaba enfermo cuando crei que habia mejorado y ya habia aprendido varias cosas, enfermó repentinamente y murió. Supongo que el recuerdo de las mascotas queridas no se va nunca.=) Saludos *