27-05-2008

Los juegos del padre adicto


Estas últimas mañanas de Mayo se han presentado de manera nublada, cubierto los cielos por agobiantes aires de sorpresas estrepitosas e impensadas, producto del sector restringido que cubre la visión. Un hombre de terno y corbata, suele caminar por la villa de mis mejores años, cada día y a primera hora, con tan sólo un par de todos sus hijos encubiertos. Con su mirada secreta y escalofriante, sin decir lo estresada que es, se dirige rápidamente hasta dejar a sus críos asustadisos y entendidos sobre el colectivo de cada día, para de esta forma ir por sus matutinos y periódicos juegos adictivos de la cocaína.

Cada tarde en la que vuelve el adicto a casa se presiona una dentadura contra la otra, demostrando la angustia viva dentro de su organismo. Saluda a su esposa con un apasionado beso tembloroso, y al reunirse toda la familia en un circulo de la armonía, todos saben lo mismo que yo vi esa mañana de fríos y escalofríos.

23-05-2008

Suspensión de clases


Con todas las ansias y el goce acostumbrado de un nuevo día de clases universitarias, me dirigí a la lucha de tacos inmensos y rutas inundadas, dentro del contexto de en lo que se transforma Av. La florida cada vez que llueve, por más de un par de horas.

Sabía que en el día de hoy quizás nadie llegaría a la academia del conocimiento, pero mi labor personal era hacer todo lo posible por lograrlo. Hoy nos habíamos puesto de acuerdo para organizar un trabajo con dos compañeros de curso, inmerso en la atareada semana próxima, pero de sus pistas aún no sé nada; Quizás se hayan ahogado, tal vez ya estén enterrados, pero de todas formas yo fui el único personaje que se enfrentó a la naturaleza en esta desolada sala de redacción general. Vivo sin clases ni preocupaciones.

Esto no es Chaitén para que hayan dejado de hacer sus labores, pequeños y adultos universitarios indecorosos.

13-05-2008

Anciana descontenta


Recuerdo con bastante admiración esos días, y no me reduciré a esa simpleza, sino que también hablaré de años; en qué aquella mujer que superaba las siete décadas consecutivas, me acompañaba a dar vueltas por las afueras del cementerio más cercano a mi domicilio. No sabía donde había nacido, y menos reconocía su trayectoria existencial, menos me enteraba o recordaba de dónde había surgido a mi presencia. Lo claro era que yo estaba aprendiendo de su presente humorístico de color negro, y su pasados era anecdótico para mí, porque nunca interfería dentro del margen de esta nueva relación promovida por distintas edades con similares verdades.

Me sorprendía la forma en que me hacía reír con sus quejas e insultos sociales, ante la vivencia de diferente personajes de culto en el sector, enlutados a las afueras del parque de las muertes recientes. La silla de ruedas nunca la detuvo, ni siquiera por un instante, y su mirada envuelta entre risas y lágrimas me señalaban que era de su conocimiento el destino mortífero, que era más cercano al de sus días que al de los mios o del resto de los burlados aquella tarde de sufrimiento global. de sus días.

Un día fui a buscar a la dama entrada en años, como era costumbre de cada tarde de verano, y no me encontré ni con la sombra de la invalida, (así era como le gustaba que la llamara). Mis manos no podían llevarla a pasear para sus motivaciones o discursos resentidos, había algo que hacía falta y no sólo a mí. En ese preciso instante fue cuando los distintos vendedores de flores se acercaron a darme el pesar, junto a distintos tipo de rozas negras, acompañándome a la celebración de ultratumba, provocada por la desaparición de la mujer que donaba un ambiente inolvidable al parque del recuerdo.