Hágalo usted mismo: peleas y problemas hechos en casa

El día Jueves recién pasado, fue uno de esos días decisivos para mi acontecer diario, ya que era el día de pagar la matricula universitaria. Hecho que creaba un quiebre ante mi pasado atrasado constante y existente durante toda mi vida, en lo de los estudios académicos. Siempre me presentaba – decadentemente en temporalidad - dos años atrás a los miembros de mi generación, y la que me seguía; aunque muchos dirán que simplemente he seguido mi línea de tardanza, peor por fin me he instaurado en la enseñanza superior. El recóndito sentimiento personalizado de dicha y aliento, era demasiado elocuente para pensar que se podría transformar en un contraste tan drástico como violento.

El centro parecía tan armonioso y de fértil naturaleza, ante el caminar de la bella mujer y mi madre, que más que sonrisas y nerviosismo, era difícil encontrar algo más. Cuando estaban abiertas las puertas de la Universidad Humanista Cristiana las cosas se desbordaron bastante, porque el nerviosismo se había transformado en estocadas al corazón y la conciencia. Habían problemas para la matricula, sin saber si por producto del defecto mío u de la encargada con poca experiencia. Por suerte, al tiempo después, y al haber sido atendido por otro individuo, todo se solucionó de buena forma; aunque seguían los dolorosos puñales clavándose en mi cuerpo, el mareo, las miradas cruzadas de ambas mujeres. No sabía si mi mente estaba un poco intoxicada, o si mi mundo de arcoiris y flores oreja de oso, estaba comenzando a ser dañado por causas externas.

Pase la tarde con la muchacha en un parque cercano a la universidad, junto a mis dolores corporales y las ansias urinarias. Fue lo más relajado y sereno del resto del día, aunque estuviera sufriendo a causa de los desaires de mi organismo.
Al llegar a mi hogar, cuando ya era de noche, junto a mi compañera de días y de noches, me dirigí hacía el cubículo habitacional de mi madre, para conversar de ciertos puntos y preguntas de interés personal. Para mi gran sorpresa, se volvió una bestia ante tales dichas y diretes, hasta el punto de parecer un demonio encarnado en el cuerpo humano y envejecido. Gritos y frases chocantes, eran disueltas con la idea de dar en medio del blanco de la mente de este joven, que no pensaba en la morbosidad de ese demonio con cuerpo de mujer.
Debí, rápidamente, acompañar a mi amada para dejarla en su paradero de microbús, ya que no hubiera sido bonito ni apreciable un enfrentamiento, o un cruce de palabras, entre ambas personalidades tan importantes para mi cotidianidad.
Al volver a casa, parecía que la posesión diabólica permanecía en el cuerpo de mi madre, así que decidí acostarme a dormir con mis dolores internos, espirituales y físicos, preguntándome si alguien habría preparado por magia propia todas estás peleas y problemas, tan exacerbados, luego de haber partido un día de tan buena manera, con un sol naciente y pajaritos cantando canciones para despertar.

Lo único que se me ocurrió concluir, aquella noche, fue que todo el día violento, de batallas mortales y desafíos verbales, había sido una elaboración tan similar como la de muebles y elementos caseros del controversial, en su tiempo, y tan necesario, programa: hágalo usted mismo.