Hoy salí de mi hogar bastante atareado y apurado, con un billete de diez mil pesos, y la esperanza de encontrar regalos para mis familiares más cercanos, ya que bastante merecido se lo tienen; agregadamente, así es la costumbre de las personas al llegar a la división entre el día veinticuatro y veinticinco de Diciembre, a la hora cero... la media noche del regalo y afecto mutuo.
Pido disculpas para cualquier persona que haya visto mi cara por aquellas horas del trote colapsadamente veraniego, ya que no era muy agraciada, en realidad, para nada agraciada diría yo.
Cuando me bajé del microbús (Transantiago) y me subí al metro, en la gran avenida contagiada, comencé a notar a la gente con la camiseta del equipo que había salido campeón por tres veces consecutivas, en el fútbol chileno, y que en esta nueva ocasión, buscaba un nuevo titulo que los consagrara históricamente como los únicos tetracampeones. Sabía que hoy era la final, pero con tantas presiones propias, por la obligación de regalar obsequios, se me había ido por completo de la mente tal situación. Era una gran travesía la que debía vivir desde ese momento en adelante. Dónde quiera que estuviera, dentro de la urbanidad, me caían papeles, me golpeaban banderazos, y mis oídos se llenaban de cánticos al límite de dejarme instalado en la enfermedad de la sordera. El animo barrista llegaba a tanto, que casi lograba desbordar al metro de sus rieles, con lo que nuestra mejor vida, como se suele decir, nos hubiera visitado a la velocidad del rayo con una carta en la mano de despido… despido de la vida del día a día. Hubiera sido la caída libre de todos los pasajeros, los febriles fanáticos y los más tranquilos ciudadanos como yo.
Introducido en las capsulas de ventas navideñas, debía recorrer por todos los cubículos del negocio para encontrar lo deseado, según mis conocimientos, para los pertenecientes de mi pequeña casa.
A mí nunca me ha gustado mucho esto del consumismo atosigante, pero al pensar en ello, también sabía que la gente que me acompañaba día tras día, ya hace más de veintiún años, se merecía mi esfuerzo y sudor; en realidad, es lo mínimo que un hijo y hermano podría llegar a donar, luego de tantos años de paciencia y consistencia.
Con bolsas en mis manos, con el dinero invertido en obsequios, en el interior, mientras veía a la gente pobre al lado mío, me sentía tan miserable, por gastar el dinero que podría darles mejor vida a ellos; pero sabía que así era la vida, siempre lo he sabido, una constante entre diferentes comunidades: la economía de los pobres, los de media y los ricos.
Mis bolsas las sostenía junto al diario The Clinic, que era la única entretención del momento, mientras me carcomía el miedo proveniente de esas caras extrañas… de la posibilidad de que se volvieran contra mí, robándome parte del sueldo de mis días de trabajo, en meses anteriores, que había sido solidificado para una demostración de aprecio navideño hacía mis semejantes; como había dicho antes, merecidos cercanos y soportadores de costumbres mías, de las más variadas y deslenguadas.
El equipo más popular del fútbol chileno, del que soy hincha pasivo por herencia y gusto propio, volvió a ser campeón, con una celebración sin barreras ni horarios de detención, mientras mis regalos encomendados, no fueron tocados por nadie más que mi persona. Yo tampoco fui dañado por esas caras representativas de la marginalidad, que no tenían por que saber el proceder de mis gustos deportivos; no aludo a los términos de marginalidad por discriminación errante, sino, porque al mismo tiempo de ser el equipo más popular, quizás por el mismo hecho, es el equipo con hinchada de más bajos recursos y ligada a la podredumbre por naturaleza y mala suerte.
Así fue como finalizó mi día de compras, con goteras sin detención desde mi frente, producto de mi traje negro y las altas temperaturas que se han efectuado en la zona capitalina, mientras el estadio rodante seguía haciendo su tour por todo tipo de localidades.
5 comentarios:
pasé a decirte
Feliz navidad!!
que estés muy bien
Yo también soy una hincha pasiva de ese equipo pero ayer al terminar el partido agradezco haber andado en un auto por las varidas bombas lagrimógenas que tiraron en el centro de mi ciudad. También me tocó caminar por la cuidad acalorada buscando un presente para mis cercanos a demás de todos los papeleos previos a la universidad. Adios Emilio!
HOLA EMILIO MUY BUENA COLUMNA...JAJAJA SIEMPRE PASA ESO DE LOS BARRISTAS Y QUE SE YO...COMPARTO LA IDEA DE SER UNA hincha PASIVA Y POR HERENCIA, YA QUE EL FUTBOL NO ME AGRADA PERO SI ENCUENTRO BUENO EL EQUIPO Y POR FAMILIA JAJAJA, TIPICO BUENO EMILIO QUE TENEGAS UNAS BUENA NOCHE DE NAVIDAD NO CREEO QUE YO LA TENGA Y QUE MI PADRE COMO SIEMPRE NOS EMBARRO LA NOCHE BUENA Y MI MADRE AUN NO LLEGA DEL TRABAJO ALGUNAS COSAS SON TRISTES Y SOLO HAY QUE AFRONTARLAS BUENO UN BESO Y UN ABRAZO
SE DESPIDE
ALEJANDRA
QUE PASES UNA MUY BUENA NAVIDAD
CON TUS SERES QUERIDOS
Y CON HARTOS REGALITOS :)
BXS!
compras navideñas... particulares. Mientras tú hacías magia con diez lucas, yo reponía miles de productos en Casa&ideas a mdio comer una empanada de pino y con las huevas hinchadas gracias a la gente de mierda que iba a comprar a última hora.
Igual me reí con tu historia, porque, al parecer, a ninguno de los dos nos pareció agradable ese día en el mismo momento.
Cuídate :)
xD jajajaj tantas hueas tengo pa decir, menosmal no te cogotiaron esas zorras xD ajajaja, tu me entiendes viejito xD jajajaja ta muy wenos, es como eso ke te contaba que algundia se convertira en cuento...
nos vemos
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