14-11-2007

Carne molida


Era conocida por todos en aquel barrio sureño de Colombia, aquella veterinaria que daba la vida por sus animales, y también, por los hombres y mujeres de buen corazón. Siempre tan servicial con los niños y ancianos, con la gente en general, con un tema de conversación a toda hora del día. Sino era política, era sexualidad, religión y hasta deporte; nunca finalizaban sus métodos amables en el trato a las diversas personas y animales, seres a quienes entregaba sus arduas horas de trabajo a diario. Era extraño verla seria por la calle, desconcentrada, y casi imposible que no te saludara, si no lo hacía, era por la simple razón o circunstancia de no darse cuenta de la presencia de uno u otro individuo.

Era impresionante para mi percepción, por darle un nombre cualquiera, la manera en que comencé a fijarme como sus ojos se clavaban en el físico de las personas de diversas procedencias, llegando a un nivel de obsesividad psiquiátrica. Por esos días me preguntaba, si quizás, era simplemente yo, el individuo que imaginaba aquello y si nadie más tenía la agudez para hacerlo notar, o ¿tendrían miedo de descifrar tal actitud anti natural, y simplemente lo obviaban?. Quizás su actitud sería por su trabajo y cercanía al cuerpo de los animales, y el posible interés de avanzar en el estudio de la medicina... la verdad es que no lo sé, pero siempre me pareció extraño y sin igual, por decir lo mínimo, el sudor obsesivo de su frente y los diversos restos pertenecientes a su cuerpo entumecido, ante la contemplación de fragmentos móvil del cuerpo de hombres y mujeres en plena existencia.

Soy Anita, una mujer soltera y sin compromiso, veterinaria por principios, con treinta años a la fecha y proveniente de la isla de Inglaterra. No les mentiré, estoy algo desdichada de trabajar todos los días con animales y olores un poco desgraciados; les diré que ya me tienen los nervios de punta. Es lo que siempre he querido estudiar, por mi gran cariño a los seres vivos, pero no negare la veracidad del dicho que aclama a que todo desligamiento a la bienaventuranza es sinónimo de trabajo, que no existe la labor que nos tenga felices y animosos para siempre.

Muchos no entienden, ni deberían saber, la manía que tengo por el cuerpo de las personas, aunque suene algo desquiciado. He viajado por muchas partes del mundo, encontrando de los mejores brazos, piernas, pies, muslos y diversos fragmentos de carne, piel y huesos, cosa que no se podrían ver en la vida de un terrestre promedio. Sin duda mi hobbie es investigar y rescatar, con la mirada y el tacto, los fragmentos ideales del físico humano. Tengo hace mucho tiempo, las ganas y la idea motivadora, de formar a la persona con la imagen perfecta, al unir todos estos fragmentos inigualables. Yo sé que esa ideal me llevaría al intento de igualarme a Dios, o quizás, el de tratar de superarlo, quitándole la vida a algunos indefensos ciudadanos, para así, formar un ser en contra de la naturaleza, ligado a las fuerzas y las magias de las tierras bajas. El descanso ya no existe en los días del presente y futuro, ya que creo que es necesario crear ahora mismo al ser perfecto, sin demora alguna que valga. Estoy muy sola en la vida, y lo único que necesito es a esa persona construida por el espíritu del ancia y mis gustos infalibles.


Al pasar los días, la idea de la enfermera de animales, se hacía cada vez más fuerte, llevándola a un estado de desfiguración mental. Tomo la decisión, luego de días de agotamiento, de dejar su labor ingrata para dedicarse a su nuevo proyecto de deshumanización progresiva.

Había iniciado un sinnúmero de matanzas en serie, en las que figuraban mujeres, niños, hombres y ancianos; la mujer no discriminaba, ni pensaba en el concepto del mismo hecho, al soñar despierta con el triunfo de sus nuevos ideales... aunque ya no eran tan nuevos como antes.

Al pasar los días, y ubicarse en un subterráneo con diversos productos de medicina avanzada, comenzó a unir pieza tras pieza de sus matanzas, dándole inicio a la forma del ser que tanto anhelaba abrazar y besar a lo largo de su infinito cuerpo. Las piernas iban parchadas y cocidas a las caderas y el tronco, mientras los brazos esperaban por su turno, junto al resto de las partes, debidamente cuidadas y ubicadas, para construir el ser perfecto, el con mayor sin igual desde la creación del mundo y la humanidad. El resto del cuerpo de los poco afortunados, hablo de los fragmento inutilizables y en pudrición, eran prensado y lanzado a una hoguera de diversos desechos tóxicos, donde se les prendía hasta que la última ceniza dejara de brillar.


La gente creía haber perdido por completo, a una buena amiga y profesional, de la comunidad sudamericana, porque de Anita no se escuchaba nada, ni se le seguía el caminar hace meses; la animada y revolucionaria veterinaria ya era cosa de los días del pasado. Lo que no suponían los ciudadanos, ni en el peor de sus sueños, era que la mujer estaba en el proceso final de la construcción del maniquí de carne y hueso, materializado por el cadáver de docenas de fieles representantes de la buena vida capitalina.

Luego de un agotamiento total, ante el esfuerzo final de la dama de la locura legitima y sin límites, había dado fin el proyecto tan deseoso por ella misma. Producto del agotamiento, la mujer cayó a los pies de una cama infecciosa, a los pies de su creación o juguete deshumanizado. Al levantarse se recosto al lado e inicio su platica, su monologo más perturbante y desquiciado hasta la fecha. No entendía la razón de que los sentidos de su obra de arte aún no tomaran protagonismo. Despierta, hablame, mirame... mirame por favor, le repetía una y otra vez a su creación infernal. Sólo mirame para ser feliz por última vez, así ya podre morir con el mayor de mis logros realizado en vida.

Finalmente la mujer había encontrado la razón de la inconsciente actitud de su prodigioso invento, que no le miraba ni le oía, y menos hablaba, era porque le faltaban los ojos, los oídos y la boca más perfecta para mirar, oír y comunicar. En un estado de climax, de desapega a la vida y de trastorno entre la razón y la demencia, la hembra más animal que sus propios pacientes, no encontró la mejor idea que tomar una tijera para cortarse sus propios ojos. Ya no quería ver el mundo que había construido para existir, y se los donó a su heredero inactivo, para que así por lo menos la viera agonizar entre charcos de sangre y soledad decadente.

4 comentarios:

El Tio Redfive dijo...

que fuerte, de verdad impactante, muy al estilo de MAry Shelley y su moderno prometeo, primero recorde a una amiga loca, que talvez recuerdes, tenia el cabello rojo y era iguald e psicopata que ana la inglesa, pero en el transcurso del cuento el escalosfrio me arranco las ganas de pensar en algo externo a lo cual se pareciera y quise alojarlo en la parte de los temas originales, y con estos e crea un nuevo personaje en la memoria colectiva de la gente, uno inigualable pero que como muchos ya existio

buenisimo ^^ sigue asi que no nos cansamos, y apsate por mi blog que hay neuvas sorpresas tambien

Anónimo dijo...

Me gustó mucho, una historia que con un final inesperado siempre es interesante y entretenida. Saludos Emilio! Adios*

cammy halliwell dijo...

creo qeu este es un cuento tipo nip tuck....aun asi me parecio mui bueno

mis felicitaciones correspondientes

adios !

Gladys dijo...

Yo vi la pelicula en partes porque era asquerosa la tipa como se le ocurre que así encontraría la perfección...