30-09-2007

El último de los Bundy


En la madrugada de ayer, me encontraba un poco frenético, luego de haber recibido una llamada telefónica. Me habían solicitado actividad, de mi supuesto futuro trabajo, para adelantar conocimientos y dinero presuntuoso, en el inicio al día de hoy. Ha esas horas, cuando nace el sol y los gallos cantan con más fuerza que nunca. A las diez de la mañana se inauguraba mi primer día de trabajo, en mi vida, y yo sudaba de preocupación y miedos normales, al imaginar mi llegada a la tienda de zapatos.
Esa mañana, me puse ropa formal, y mientras caminaba al lugar de mi laburo, fumaba muchos cigarros, de los más baratos que habían en el almacén de la esquina de mi casa, que me infectaban de cáncer. Al estar afuera de la tienda (la de zapatos), aún estaba cerrada, porque mi adelanto había sido tan claro y evidente, quizás por el mismo nerviosismo que relataba anteriormente, y por el hecho de ser mi primera vez en la función aquella. De pronto llegaron dos mujeres mayores, madres y buena mozas... las dueñas y experimentadas del local.

Mi inauguración había sido en el peor día que se pudiera elegir o decidir, ya que era un día Sábado y a final del mes de Septiembre, (período en que la gente llega con la billetera llena... ¡super ventas obligadas!). Las mujeres ya experimentadas en el oficio, me decían que no me preocupara tanto del trabajo, que nadie aprende las cosas el primer día. Los códigos y el orden de los sostenedores de pie, en la bodega, la iría aprendiendo con los días de esfuerzo y paciencia, porque la paciencia es lo que más se le exige a un vendedor de zapatos... aparte de vender y vender.

Así fue como comenzaron a llegar las mujeres gordas, las familias problemáticas, la gente bonita y creída, los insolentes, hombres y mujeres quejumbrosos, los niños escandalosos y destructivos con el material en muestra, las niñas que solo buscan zapatillas rosas y justamente no hay del número de pie que buscan. Todo parecía un caos en las horas de mayor visita, mientras uno debía subir y bajar las escaleras, buscando calzados al mismo tiempo que se caían cajas. Si no se caían, podías tropezar con ellas y caer por fosos o pasillos del demonio.

No siempre están los cordones o los pares, el modelo o el número que se busca. Pero de a poco me fui acomodando con las simpáticas compañeras de la costumbre, y las tareas no se fueron presentando tan horripilantes como en los primeros minutos.

Finalmente, todos sabemos algo... el cliente siempre tiene la razón... y el pie sucio.

2 comentarios:

MarviN dijo...

Todos los cigarros infectan de cancer...algunos antes que otros solamente.
Al Bundy la lleva, ni comparado con la versión chilena...
Esta interesante el Blog...

SaludoZ!

El Tio Redfive dijo...

y así es como se entiende al gran pedro picapiedra en la zapateria, o a supersonico en la cantera o al mismisimo al bundy en la planta nuclear. la verdad para entendre a los trabajadores y el porque de su mal humor hay que se uno de ellos y vivir lo que ellos viven.

por lo demas no se si esto es solo un reflejo o enrealidad estas trabajando, pero si es asi espero te valla bien y sigas escribiendo en el blog