Feliz cumpleaños al jefe muerto

De un momento a otro me encontré moviendo mi corporalidad al centro de la casa, debido a un llamado familiar el cual de principio no entendía mucho, pero luego comprendí que había una especie de celebración, una “once” especial por el hecho del cumpleaños de mi padre, hombre ya muerto hace un par de años.

Una mesa cubierta por un mantel preparado por la ocasión, en el cual brillaban distintas fuentes pulidas con contenidos de una de tantas clásicas tertulias por mismo hecho, en los años anteriores. Alimentos grasientos y compuestos de dulces, mezclas extrañas, una botella de pisco a la mitad, de una de las marcas más desconocidas y barata del mercado, de la mano de una reconocida Coca-Cola de dos litros.

Al final de la celebración que en muy pocos momentos rozó el recordatorio de la razón de la reunión familiar, fuimos llenando nuestros estómagos de tragos y comidas pesadas, con caras de felicidad y la mía algo agotada por hechos de mi mente que no se detiene de funcionar. Al medio y siendo parte de todo esto, luego que todos se alimentaran y gozaran de estas pocas ocasiones de tanta unidad familiar, que las produce el jefe muerto de familia desde quien sabe donde, el único hombre que puede seguir uniendo la familia en una maza pura, decidí levantar mi vaso, lavándolo porfiadamente y llevándolo al lugar de origen, para luego ir a buscar mi silla dar unos pasos y sentarme al frente de esta maquina atrapadora de mentes enloquecidas.

Me pregunto si volverás esta noche, como en la de los años anteriores, a ladrarme a través de la almohada y la conciencia, a travesando todo lo permitido y coherente, para así señalar el sentir de un muerto cuando ve que lo celebran a él sin su presencia, porque no creo las disculpas, ya todo fue resuelto por los dos en distintos estados de la materia.