07-08-2007

Once marcas en la piel



No recuerdo alguna época en la que no haya estado cerca de ser lamentado, por la tragedia del mundo ... la psicología de mi ser y lo más cercano a lo físico de lo mío propio. Hay momentos que corren como el líquido derramado de un envase mal tratado. Esta vez fueron los vidrios clavados en mi cara ... (en mi frente y nariz) ... no sé porque razón no se fueron desplazando hacía el cuello o el corazón. Muchos me dicen que en realidad me debería sentir afortunado, de cierta forma, por el hecho de no haber muerto en el accidente, y quizás ellos tengan la razón.
Yo sé que ahora fue simple la situación, sin olvidar que anteriormente fueron muchas otras cosas las vividas, cómo las tantas que viven las demás personas, de diversas procedencias y oportunidades. Pero no creo que esto se detenga aquí; quizás si haya sido el punto final del nerviosismo constante de los hombres de mi contorno, y lo digo tan así, porque me percaté que en mi caso personal, el nerviosismo por esta posible fatalidad no existió ... me comportaba como si nada hubiera ocurrida, quizás de una parte a ésta, ya le haya perdido el miedo a los eventos extremistas y a las posibilidades de mi muerte.
Quizás elaboré tantas burlas ante el señor, en mi pasado, que ahora él este jugando y riéndose de mi seguir... me salva de una de las tragedias máximas, para seguir probando nuevas oportunidades de venganza, lujuria o desviación ante su propia y ahogante prestancia desenfrenada ante los hombres vivos... como estoy seguro, de los que él una vez fue, impregnado del sufrimiento ajeno.
Ésta historia no se acaba y quizás muy pronto se vuelva a reanudar... con once nuevas marcas en el cuerpo.

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