02-10-2006

Nunca había esperado tanto a alguién




El día era tan normal como los anteriores, y era tan común que mi cuerpo apestaba de igual modo. Era tarde para llegar a clases a un horario adecuado, y si volvía a repetirse esta situación las autoridades del establecimiento no me dejarían entrar.

Las micros pasaban, una transantiago seguida de otra, la muestra de tecnología aplastante e inútil,( mi cerebro pensaba en el colegio y en una mujer en particular... mi destino no sabía donde dejarse caer).
                                                             

Finalmente me subí a una micro que pasara pro ambos lugares en los que no paraba de pensar, imaginar y crear. La micro no se detuvo en mi primera parada posible, la de la educación y labores, pero siguió a la más importante quizás de ese momento que era mi pretensión de un encuentro de felicidad espiritual, visual y táctil.

Sentado en una calle no común para mi, durante horas y horas, con el sol que golpea de manera tan hiriente y fuerte, como sería el final de mi historia, me encargaba de que pasaran rápidamente las temporadas de minutos para ver a aquella persona que tanto esperaba... con todas las ansias de esos momentos y quizás los de cada día.
                                                     
Mi entretención era dibujarle en muestra de regalo, observar a los personajes nuevos de mi vida y que lo más probablemente es que serían tan temporales como un pasar al frente de mis ojos. Podría relatar a hombres vagabundos, alcohólicos, delincuentes, trabajadores, observadores de periódicos de la anti comunicación y si diversión popular, electricistas, hombres del norte o verdadero América, millares y millares de personales que pasarían las siguientes horas en mi esperar al frente de un establecimiento educacional que no sería el mío, sino de la preciada persona que deseaba con tanto corazón poder ver.

Finalmente comenzaban a salir estudiantes con un uniforme distinto al que yo recordaba en su cuerpo, la incomodidad se introdujo en mi al sentirme observado y rodeado de jóvenes y niños de distintas costumbres y culturas. Seguían pasando los minutos y mi cansancio físico y mental. Finalmente comprendí que el plazo había acabado y que el error había sido mío al equivocarme del lugar físico de la escuela de aquella persona que tanto deseaba ver, tanto que habían pasado 8 horas de espera, y si volvieran a pasar 8 o 10 no me arrepentiría de seguir esperándola, de igual manera que no me arrepentí la otra vez, en esa sádica, calurosa y aplastante tarde escolar.

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